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La caza legal y el otro yihadismo

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   Normalmente hago las refelexiones y escribo mis opiniones sobre política o asuntos sociales en el facebook pero esto quiero publicarlo aquí para que llegue a más gente. Porque creo que no debo seguir callado viendo la furiosa campaña que se ha declarado por parte del movimiento animalista y, últimamente, del ecologista, hacia la caza legal.

  Digo legal porque obviamente estoy radicalmente en contra de la furtiva, como decía cuando el caso del famoso león Cecile abatido por el dentista aquel. Pero lo que está ocurriendo ahora me parece peligroso, alarmante y preocupante. Sobre todo porque veo que parte de mis colegas naturalistas se han contagiado de ese auténtico yihadismo anti-caza que de poco o nada sirve desde el punto de vista de la conservación, pero que está generando un aumento de la tensión entre dos mundos ya de por sí enfrentados en su filosofía pero condenados a entenderse, nos guste o no.


    Para mí es un orgullo ser naturalista. Desde muy niño el amor por los anfibios, los escarabajos o las aves desarrolló en mí un profundo respeto por la vida natural que me llevó a no comprender el motivo por el que alguien podía disfrutar matando animales por placer. Hace años los cazadores eran para mí una gente extraña que no tenían razón de ser; y en parte lo siguen siendo. De hecho mis convicciones me llevaron a convertirme en vegetariano durante años, hasta que una grave circunstancia familiar me obligó a volver al consumo de animales (muy a mi pesar).

     Pero el paso de los años me ha permitido aprender muchas cosas sobre la vida y sobre la muerte, con lo que  mi conciencia al respecto también ha experimentado una transformación gradual desde el odio hacia el mundo de la caza hasta llegar a su comprensión. Y eso que he escuchado y aguantado de todo por parte de muchos de ellos, debido tanto al lugar donde trabajo como a la zona en la que vivo, donde la gente del campo conserva una mentalidad muy primaria de explotación del medio y de exterminio de todo aquello que no le es útil. Por eso a veces exploto, cansado de aguantar tonterías sobre "los ecologistas".

  Probablemente muchos de los que alimentan esta nueva yihad en las redes sociales no han pisado el campo en su vida, no han hablado con un cazador en su vida y no saben lo duro, durísimo, que es el trabajo agrícola. Entiendo y me parece normal que haya polémicas alrededor de la caza en determinados lugares o con determinadas especies, como el caso de los ansares en La Nava el año pasado o el asunto complejo del Lobo. Somos conservacionistas y lo natural es que esas cosas deban ser combatidas con argumentos (no como hace el "Bobo Marley"). Pero lo que está ocurriendo es algo my diferente: no se está condenando un batida o la caza de determinada especie en peligro, no se está atacando una cuadrilla de cafres como aquellos que se recreaban con el sufrimiento de un jabalí en A Fonsagrada. Se está JUZGANDO a las personas por el simple hecho de cazar un animal. Y el juicio es sumarísimo: maníacos, asesinos, gentuza, criminales, basura, etc... Sólo hay que poner una foto en Internet de un fulano con un antílope muerto a sus pies, no necesitamos más información de si la pieza era legal, de si está amenazada o es una plaga, de quién es ese señor o qué hace en su vida privada, etc. Desde ese instante se convierte públicamente en un criminal. Y eso se llama fanatismo.

  Por supuesto no seré yo el que aplique la misma vara de medir a aquellos que, orgullosos, muestran en el facebook un chuletón de dos kilos de ternera ourensana o una parrillada de embutidos zamoranos después de poner el grito en el cielo por una batida de corzo. Unos tienen el gusto por matar animales  y otros por comerlos. Aunque muchos amigos vegetarianos compartirán sin duda esta reflexión y juzgarían con la misma severidad a los carnívoros.

  Habrá quien piense que yo también soy radical con los mascoteros, pero existe una enorme diferencia. Porque es cierto que tengo una lucha personal con esa gente, pero esta guerra ha nacido después de años y años intentando razonar con ellos, sin recibir a cambio más que insultos o amenazas. Al contrario que la caza, que está fuertemente regulada, la presencia de perros en los espacios naturales (y de gatos en áreas rurales) presenta una inacción terrible por parte de la Administración y una legislación tremendamente permisiva que deja desnudos y sin defensa efectiva a los conservacionistas cuando nos enfrentamos a ellos en un espacio protegido. Sobre todo en las playas y humedales gallegos, donde son la auténtica peste del siglo veintiuno. Aunque curiosamente, apenas veo publicaciones al respecto en los blogs y muros de los naturalistas ibéricos, que por lo visto gastan toda su munición en la yihad anticaza.

  Por favor, no sigamos alimentando la bestia animalista!! ¿Podemos discutir sobre la caza? Por supuesto. ¿Estáis en contra de ella? Pues me parece bien ¿Debemos trabajar para convertir especies cinegéticas en protegidas o eliminar para siempre la caza en determinados espacios? Pues hagámoslo. Nosotros tenemos la razón porque, como respondía a una persona el otro día, nuestro interés es la conservación y el estudio del medio. A diferencia del ganadero, del agricultor o del cazador - actividades de explotación tradicionales y comparables, desde mi punto de vista- a nosostros no nos mueve ningún interés particular más que el amor por la Naturaleza (o debiera ser así...). Pero si convertimos al cazador en criminal por el mero hecho de pagar su licencia y abatir una liebre en un páramo castellano o un leopardo en una sabana africana estaremos demostrando que no hemos aprendido nada. Por cierto, me gustaría oír la opinión del nativo africano que convive en su choza al lado de leones y leopardos, animales ellos muy queridos entre las gentes del lugar, imagino.

   En fin, que mientras nos preocupamos alarmados porque un humorista ha abatido un leopardo después de pagar una generosa suma que servirá para la financiación de una reserva, nuestros montes siguen cubriéndose de eucaliptos, nuestras playas se llenan de perros y nuestro campo se vacía  de gente y de bichos. Perdonad por el rollo, pero me niego a participar en esta histeria, ni por acción ni por omisión. Y no tendrán mi silencio cómplice.

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