Hace quince días nos dejaba José Curt Martínez, persona de enorme influencia para los naturalistas gallegos de mi generación y anteriores. Aunque no era de aquí vivió en Galiza veinte años en los cuales viajó por todos los rincones de nuestro país, al que adoraba. Conoció nuestro paisaje, nuestras aldeas, nuestras montañas y nuestros ríos; habló con nuestras gentes, se empapó de saudade, de retranca, de lluvia, de pulpo, de caldo, de orujo y de ribeiro. Se enamoró de Galiza hasta el punto de convertirse en un gallego más, un destino que cambiaría mi vida y la de muchos otros.
Curt había estado presente en mi vida desde hace cuarenta años a través de dos libros que tenía mi hermano mayor: "Más allá de la corredoira" y el extraordinario "La fauna gallega y algo más". El impacto que tuvo en mí esta última obra fue demoledor. Por primera vez un autor me hablaba de lugares cercanos y conocidos como la laguna de Valdoviño o la sierra de Ancares. En mi corazón se había encendido la llama exploradora con un deseo incontenible por visitar todos y cada uno de aquellos sitios maravillosos de los que hablaba Curt.
Con el tiempo compraría varios libros más, como la primera guía de anfibios y reptiles gallegos, escrita junto a un joven Pedro Galán (que acabaría por convertirse en nuestro herpetólogo de referencia). Hace unos diez años tuve ocasión de contactar con Curt vía telefónica y poco después tendría ocasión de conocerlo en persona. En ese momento se forjó una gran amistad entre nosotros.
El cariño con el que me honraba permanente "Josele" era muy tierno, casi paternal. Recuerdo dos frases que me dijo con semblante serio y pleno de sinceridad. Una fue: "Xabi, eres un buen hijo" (entonces conocía las difíciles circunstancias que atravesaba mi familia y yo mismo). Creo que es de lo más bonito que se puede decir a una persona. Otra frase que no olvidaré fue: "escribe ese libro, porque tú puedes", cuando se enteró que había personas animándome a escribrir. Si existe algo de meritorio en mi palabra escrita es gracias a la influencia que Curt ha ejercido en mí desde niño.
José Curt Martínez en A Terra Chá (Lugo)
¿Qué es ser naturalista? Podríamos decir que un naturalista es una persona que observa y estudia la naturaleza para conocer su fauna o su flora; que intenta comprender las relaciones entre las especies así como su relación con el medio, su papel en el ecosistema. Por ello debe conocer también los diferentes hábitats y el paisaje - natural o "artificial" - en que viven.
Hoy todo esto se está perdiendo y muchos birders son meros coleccionistas de fotos. Creo que se ha olvidado la esencia de lo que significa ser naturalista, asombrarse con las cosas comunes del día a día. La vorágine actual de sobreinformación que han traído las nuevas tecnologías con sus aplicaciones y con sus redes sociales ha hecho desaparecer el valor del esfuerzo, de la investigación, del ansia por explorar el entorno en que vivimos.
Sirva esto como prólogo para comprender mejor el papel crucial que tuvo José Curt, junto con Gerald Durrell y Félix Rodríguez de la Fuente, los tres nombres propios que me empujaron de niño hacia esta maravillosa afición que es la naturaleza.
Porque tan importante es el papel de los investigadores científicos como el de los divulgadores. Los primeros tienen el mérito de descubrir los hechos y las causas de los procesos naturales. Nombres como Antonio Valverde, Francisco Bernis, José Souza o Pedro Galán son casi desconocidos para el gran público, pero sus trabajos han sido fundamentales para el avance del conocimiento naturalista. Paralelamente otras personas como Félix o el propio Curt se dedicaron principalmente a la divulgación, acercando al público todo ese caudal inmenso de conocimiento en el que trabajaban los investigadores (Antonio Sandoval está continuando ahora esa importante labor que es la divulgación). Unos y otros son imprescindibles para que se avance en conservación y en conocimiento. Y Curt ha sido, sin lugar a dudas, el divulgador naturalista más importante de Galiza.
Una foto con tres buenos amigos y con el maestro: Catuxa Varela, Marcos Otero, Manu Arzúa, Curt y yo (de espaldas)
Curt había estado presente en mi vida desde hace cuarenta años a través de dos libros que tenía mi hermano mayor: "Más allá de la corredoira" y el extraordinario "La fauna gallega y algo más". El impacto que tuvo en mí esta última obra fue demoledor. Por primera vez un autor me hablaba de lugares cercanos y conocidos como la laguna de Valdoviño o la sierra de Ancares. En mi corazón se había encendido la llama exploradora con un deseo incontenible por visitar todos y cada uno de aquellos sitios maravillosos de los que hablaba Curt.
Con el tiempo compraría varios libros más, como la primera guía de anfibios y reptiles gallegos, escrita junto a un joven Pedro Galán (que acabaría por convertirse en nuestro herpetólogo de referencia). Hace unos diez años tuve ocasión de contactar con Curt vía telefónica y poco después tendría ocasión de conocerlo en persona. En ese momento se forjó una gran amistad entre nosotros.
El cariño con el que me honraba permanente "Josele" era muy tierno, casi paternal. Recuerdo dos frases que me dijo con semblante serio y pleno de sinceridad. Una fue: "Xabi, eres un buen hijo" (entonces conocía las difíciles circunstancias que atravesaba mi familia y yo mismo). Creo que es de lo más bonito que se puede decir a una persona. Otra frase que no olvidaré fue: "escribe ese libro, porque tú puedes", cuando se enteró que había personas animándome a escribrir. Si existe algo de meritorio en mi palabra escrita es gracias a la influencia que Curt ha ejercido en mí desde niño.
Maestro y discípulo
Lo que no pudo lograr aquel elefante chiflado en Botwsana, el temporal en la Antártida cuando navegabas en aquella frágil zodiac hacia el barco ni aquella avutarda que cayó a dos metros de ti en una jornada de caza en Villafáfila lo ha conseguido el cáncer.
Este mes de Agosto recibíamos la noticia de tu marcha, que cuesta digerir. Pero me consta que has vivido una vida plena. Serían necesarias diez vidas para llegar experimentar todo lo que tú has vivido y que daría para escribir una enciclopedia. Tu cuerpo se ha ido, querido maestro, pero tu legado permanecerá para siempre. Soy testigo.